Estas pinturas fueron realizadas en entre 1997- 1998 Soy una Artista autodidacta. Comencé a pintar solo dejando me llevar por la intuición del color, Mas tarde al ser mas consiente de los valores del color me incline por inspirarme en los tres colores primarios
El rojo, el Azul y el amarillos.
Estos tres colores son los originales de la paleta de la creación. con estos tres colores se pueden reproducir un sin fin de gamas de tonalidades para pintar junto a los colores adicionales como el negro y el blanco que sirven para aclarar oh oscurecer los tonos.
Así que al comprender esto, los tome como símbolo de mi carácter y personalidad el cual solo fue influenciado por la palabra de Dios
Nadie nunca influyo en mis desiciones y nunca me mezcle con mi entorno, al menos eso considere siempre aun a pesar de el dicho que dice que todo individuo es producto de su medio ambiente.
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Todos somos peregrinos en la tierra.
Acrílico sobre canvas.
Por: M. Latorre. |
Cruce las fronteras del sur de México por tierra en 1971, sin sospechar que de esta manera me convertiría en una ave peregrina que por cosas del destino ya jamas retrasaría a mi nido. Hoy mis hijas también volaron muy lejos, cada una de ellas tomo su rumbo y tampoco retornaran jamas a sus nidos.
Todos somos peregrinos aun cuando jamas nos crecieran las alas para emprender el vuelo, sin embargo un día volaremos lejos de esta tierra por que al final aquí solo somos peregrinos y extranjeros
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Titulo: Las tres peregrinas. Media Acrílico sobre canvas. Autor: Maria Latorre |
MEDITACIONES
El valor de buscar al Señor
SALMO 119.1-8
Todos tenemos ambiciones y deseos. Y aunque ellos no son necesariamente malos, debemos analizar nuestras prioridades. ¿Dónde invierto mi tiempo y mis energías? ¿Qué cosas o quiénes ocupan mis pensamientos? Pero, por más importantes que sean las responsabilidades y las relaciones terrenales que tengamos, no pueden compararse con el valor de una vida dedicada a buscar al Señor.
Primero que todo, pensemos en lo que significa buscar algo. La palabra denota un fuerte deseo y una búsqueda enérgica para tenerlo. Suponga que usted descubrió una mina de oro en su propiedad. No daría una tranquila vuelta de vez en cuando para verla. No. Se buscaría un equipo para explotarla, y cada día se afanaría por sacar el precioso metal de las piedras.
De igual forma, buscar al Señor no se trata de tener un encuentro fugaz y ocasional con él, sino esforzarse al máximo por conocerle más íntimamente y seguirlo más de cerca. Quienes buscan sin reservas esta clase de comunión con Dios, están decididos a pasar tiempo con él; quieren también abandonar todo lo que pueda ser un obstáculo para crecer en su relación con el Señor. Los seguidores fieles de Dios reclaman audazmente sus promesas, y confían en que él cumplirá su palabra. Sus experiencias con el Señor les dan una satisfacción grandiosa que hacen que tengan más hambre de él.
La vida cristiana ha de ser una búsqueda de Dios. Disfrutar de la salvación y mantenerse inactivo, sin acercase más a él, es perderse los tesoros que hay a nuestra disposición en Cristo. Quienes le buscan pronto descubren que conocerle es la recompensa más grande de todas.
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Buscando al Señor en las alturas. Acrílico sobre canvas. Por María Latorre |
Cómo buscar al Señor
SALMO 105.1-8
Aunque las Sagradas Escrituras nos dicen que debemos buscar al Señor, muchos cristianos batallan con este mandato. Algunos están tan distraídos por otros intereses y responsabilidades, que Dios es solamente una parte minúscula de sus objetivos y deseos en la vida. Cuando enfrentan su responsabilidad de buscarle, a menudo se sienten culpables, pero no saben cómo comenzar a buscarle de todo corazón.
Cuando las ansias de buscar a Dios son mayores que nuestro interés por otras búsquedas, hacerlo se vuelve mucho más fácil. Pero el hambre por el Señor es un gusto que se adquiere. Cuanto más lo busquemos, mayor será nuestra hambre. Sin embargo, si le ignoramos, el poco apetito que tengamos de él disminuirá aun más. ¿Es ésta su experiencia? Pídale, entonces, al Señor que le agudice su apetito por él, y siga adelante, haciendo el esfuerzo de buscarle.
Comience con la lectura de la Biblia y la oración. Aparte tiempo cada día para meditar en la Palabra de Dios —para escuchar su voz, digerir poco a poco lo que lee, hablar con el Señor, hacerle preguntas, y aplicar a su vida lo que aprenda. Comience a estudiar la Biblia. Algunos podrán decir: "Nunca he hecho eso". Mi consejo es: "¡Hágalo!" Las cosas profundas de Dios no caen simplemente en nuestro cerebro; son puestas allí por el estudio aplicado.
Buscar algo requiere tiempo y esfuerzo. ¿Invertirá usted su vida en la búsqueda del Eterno, la fuente de todo contentamiento, gozo y esperanza? ¿O irá tras lo efímero? Al descuidar al Señor, usted pierde todos los beneficios que él promete a quienes le buscan con diligencia.